COLUMNISTASManuela Alejandra Laynes

MUJERES QUE EMPRENDEN: UNA HISTORIA DE RESILIENCIA Y FUTURO

 

Por Manuela Laynes de Mazariegos

Allá por el año de 1994, mi mamá se encontró en una encrucijada. Mi hermano comenzaba la primaria y yo iniciaba una carrera a nivel diversificado, pero mi papá había sufrido un accidente que lo dejó imposibilitado para trabajar por más de dos años.

Ella, una mujer de fe y trabajo, me dijo con firmeza: “No te preocupes, seguirás estudiando porque yo veré qué hago”. Y efectivamente, a la semana ya teníamos un pequeño negocio informal: vendíamos jugo de naranja, y ella, comida para la hora de la refacción. Así conocí el mundo del emprendimiento, que para esos años aún no recibía ese nombre.

Si bien es cierto que, en algunos casos, el emprendimiento por necesidad evoluciona hacia negocios más escalables, todavía hay un alto porcentaje de mujeres que emprenden para cubrir los gastos diarios del hogar. Somos nosotras, las mujeres, quienes más buscamos abrirnos paso para generar ingresos extra, a veces desde cero y con poco más que determinación.

Esto quedó palpable el pasado 15 de marzo, cuando 25 mujeres —amas de casa, profesionales y hasta adolescentes— presentaron sus productos en lo que fue nuestra primera Feria de Emprendimientos Femeninos. Fue una feria local, organizada con mucho entusiasmo por su servidora y con el compromiso de todas las participantes. No fue fácil llevarla a cabo, especialmente por los gastos en publicidad, mobiliario y alquiler del salón, que aunque parecieran menores, requerían financiamiento.

Esta feria no solo evidenció el poder de lucha de las mujeres participantes, sino también el de sus familias. Casi todas fuimos acompañadas por esposos, hermanos o familiares que creen en nuestro esfuerzo y nos impulsan hacia el éxito. Porque cuando una mujer emprende, no lo hace sola: arrastra consigo a toda una red de amor y trabajo silencioso.

Pero no se trató solo de vender productos o servicios. Fue también una ventana para demostrar que las mujeres estamos atentas a las necesidades del hogar y que queremos contribuir al crecimiento familiar, no solo emocional, sino también económico. Sin embargo, estos emprendimientos requieren apoyo: acceso a créditos dignos, formación técnica, espacios para crecer y políticas públicas que apuesten por el talento y la capacidad emprendedora femenina.

Como mujeres emprendedoras, no pedimos favores, pedimos oportunidades justas. Que se valore nuestra creatividad, nuestra capacidad de administrar, de innovar y de reinventarnos una y otra vez. Porque cuando una mujer emprende, transforma su entorno, genera ingresos, pero, sobre todo, inspira a otras a no rendirse.

Este es solo el inicio de muchas ferias más. Porque cuando nos unimos, cuando compartimos conocimientos y nos apoyamos entre nosotras, construimos algo más grande que un negocio: construimos comunidad, dignidad y futuro.

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