COLUMNISTASManuela Alejandra Laynes

CADENA DE FAVORES

 

Por Manuela Alejandra Laynes 

Octubre fue el mes en que más funerales he asistido. Algunos, acompañando a amigos cercanos que perdieron a un padre o a un tío, y otros para despedir a personas que marcaron mi niñez. Estos momentos me sirvieron para reflexionar sobre cómo cada una de esas personas, al igual que todos, cumplió misiones, tal vez sin saberlo, dejando huellas profundas en la vida de otros. Favores que no pueden pagarse con dinero, pero que aportan al crecimiento de quienes los recibieron.

Quisiera compartir dos funerales que dejaron lecciones importantes. Don Leo, tío de un amigo, era una persona que vivía solo para mantener su independencia, pero siempre estuvo rodeado del cariño de familiares y vecinos. El día de su funeral, muchas personas asistieron a acompañar ese momento, pero hubo un joven cuya presencia destacó. Sin hablar con nadie, se hincó frente al ataúd y, después de unos minutos, dejó un papel bajo la fotografía de Don Leo, antes de retirarse en silencio. Intrigados, los presentes se acercaron a ver el papel, que decía simplemente: “GRACIAS DON LEO”. Ese mensaje conmovió a mi amigo, quien imaginó que Don Leo debió hacer algo significativo por aquel joven, tal vez un consejo o un apoyo en un momento clave.

Días después, acompañé a la familia Villavicencio para despedir a su matriarca, una amable maestra que, cuando era niña, me abrió las puertas de su biblioteca para investigar temas de mis tareas. Gracias a ella y a otras personas generosas, pude cumplir con mis estudios y avanzar en mi formación académica.

Estas experiencias me hicieron comprender que debemos estar siempre dispuestos a extender la mano a quienes lo necesiten, pues estos favores pueden transformar vidas. Si todos actuamos con empatía y generosidad, podemos hacer del mundo un lugar más humano y lograr cambios significativos.

Estos ejemplos me reafirman que los gestos de bondad, por pequeños que sean, pueden tener un impacto duradero en quienes los reciben. En un mundo donde a veces parece primar el interés personal, estas cadenas de favores nos recuerdan que la generosidad y el apoyo mutuo son semillas que podemos plantar en otros, con el potencial de florecer en momentos inesperados. No siempre sabremos cómo una ayuda simple puede inspirar a alguien más, pero el acto en sí ya es un cambio significativo.

Además, estos gestos de solidaridad construyen puentes invisibles en nuestras comunidades. La generosidad de Don Leo y la maestra Villavicencio demuestra que, a través de acciones pequeñas pero significativas, podemos generar una cadena de favores que trasciende el tiempo. Si todos contribuimos con un poco de humanidad y disposición para ayudar, el legado que dejaremos será un recordatorio de que, en medio de las dificultades, siempre hay espacio para construir un mundo más solidario.

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